miércoles, 2 de julio de 2008

TURISMO CULTURAL

CUENTOS SOBRE VIAJEROS.

Armando Ruiz Aguilar

El viaje como una acción necesaria en muchos individuos ha sido también motivo de temas en la literatura, en la novela y en la poesía.

Como un ejemplo de los viajeros clásicos se presenta a continuación parte de la obra que en relación a sus viajes y vivencia, escribió Robert Louis Stevenson (1850-1894), nacido en Edimburgo, Escocia famoso en la Literatura Universal por sus obras La Isla del Tesoro, El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde.

Fue un viajero incesante y se distinguió como un viajero permanente al recorrer gran parte del Continente Europeo y de los Estados Unidos de América, estableciéndose al final de su vida en la isla de Samoa en busca de un mejor clima para atender a su delicada salud.

A continuación se presenta una selección de su poesía donde se observa esa incesante sensación de viajar y de extasiarse ante naturalezas diferentes a la de su entorno europeo.

Viaje.

Me gustaría partir hacia
donde crecen las manzanas de oro;
allí donde bajo otro cielo
se extienden islas llenas de papagayos,
y, observados por cabras y cacatúas,
solitarios Robinsons construyen su barca;
donde fundidas con los rayos del sol,
orientales ciudades lejísimas
levantan sus mezquitas y alminares
sobre desérticos jardines,
y ricas mercancías de todos los confines
se muestran a la venta en el bazar;
donde la Gran Muralla rodea China
con el viento del desierto a un lado
y las campanas y las voces y la música
de las ciudades, al otro.

Donde hay bosques calientes como el fuego,
Anchos como Inglaterra. Altos como una torre,
llenos de simios, cocoteros
y chozas de los cazadores indígenas;
allí donde el nudoso cocodrilo
adormilado aguarda junto al Nilo
y el rojo flamingo vuela
a la caza de un pez ante sus ojos;
donde la jungla, por doquier ,
esconde tigres devoradores de hombres
agazapados al acecho,
o a alguien que viaja
balanceándose en su palanquín;
allí donde rodeadaspo9r el desierto
se levantan perdidas ciudades
donde los niños, miserables o príncipes,
hace ya mucho que se hicieron hombres.

No hay nadie en las calles o en las casas,
Ni un ruido de niño ni de ratón,
y cuando apacible cae la noche
no se encienden luces en la ciudad.

Allí he de llegar cuando sea un hombre,
con una caravana de camellos.

Encenderé fuego en la oscuridad
de algún polvoriento salón;
veré los cuadros en las paredes,
héroes, combates y fiestas;
y en un rincón hallaré los juguetes
de los muchachos del antiguo Egipto.

¡ SALUD, FORASTERO, ENTRA LIBREMENTE !

¡ Salud Forastero, entra libremente ! Todo cuanto ve
es tuyo durante tu estancia; nosotros
que te damos la bienvenida no somos sino huéspedes
de Dios
y no sabemos que día partiremos

ACAMPAR.

La cama estaba hecha, la habitación dispuesta,
Cada amanecer puntualmente alumbraban las
estrellas;

el aire estaba en calma, el agua corría,
ni mujer ni hombre precisaban nada.

Entonces nos levantamos, mi asno y yo,
y nos lanzamos por las verdes rutas de Dios.

HACIA TIERRAS LEJANAS.

El claro sol,
El brillante día
blancas velas
en la bahía azul
- los que parten hacia muy lejos
ya se alejan.

Encended el fuego
y cerrad la puerta.

A los viejos hogares,
A la amada ribera,
Aquellos que parten
jamás regresarán.

LA CANCIÓN DE CAMINO.

¿Quién se ilusionaría
por partir hacia este o aquel lugar ?
Nada hay bajo los cielos azulísimos
que sea digno del viaje.

Por todas partes se inician sendas
y la gente camina con fervor en ellas;
pero adondequiera que lleven esas rutas,
ten por seguro que nada hay al final.

FIN DEL VIAJE.

Deja que tu alma ancle en alguna
bahía. Fondea tu cuerpo aquí.
Que este espectáculo inmutable sea desde ahora
la única escena para tus ojos; y cuando suene la hora
en que tan magnífico paisaje se oscurezca en un
instante,
quienes hoy te acompañaron adonde tu caballo en tu
sueño
te condujo, conducirán tu cuerpo muerto.


Fuente: Stevenson, Robert Lois.- Cantos de Viaje, Editorial Grijalbo Mondadori S. A. 1998 traducción de Txaro Santoro y José María Alvarez. Madrid, España

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